Realmente el arco iris ha perdido toda intención subversiva desde que se convirtió en un target de mercado tan rentable para las grandes empresas, para los grandes productos, para la gran industria. Ahora aparecemos en las propagandas, porque desde que se dieron cuenta que nosotros también gastamos y que nosotros también nos dejamos persuadir por sus insinuaciones publicitarias, hay propagandas directamente dirigidas a nosotros. Pero ¿realmente somos nosotros los que aparecemos en estas propagandas? No. Aparece el mismo personaje siempre: el hombre bien afeitado, que su cuerpo evidencia irrefutablemente su pasión (u obsesión) por un gimnasio, que vive bien, se viste bien, es atractivo tanto a hombres como mujeres, etc. Es el modelo que nos venden, el estereotipo que han creado a partir de un molde inexistente, pero que la publicidad te dice que puedes llegar a ser o, mejor aún, a estar con él. De esto hablaba un señor (en este artículo), a quien procedo a citar, in extenso:
Estamos aprendiendo a marchas forzadas que la lógica del mercado y el beneficio no es en absoluto incompatible con una lógica rainbow. Es más, la bandera del arco iris, que nació para representar la diversidad de gays y lesbianas, ha perdido todo contenido político y se asocia hoy a un reclamo publicitario. Todos esos colores, al centrifugarse a la velocidad de vértigo de la lógica empresarial, no dan ya otro resultado que el resplandor del dinero. De aquella gama cromática amplia hemos pasado a un brillo cegador que enmascara todas las diferencias.
Y luego dice:
Lo grave del caso no es que la iniciativa rosa haya creído descubrir un edén limpio y rentable, a costa de ignorar y sumir en la abyección todo lo que ha considerado estéticamente estridente o políticamente no presentable. Lo peor de este asunto es esa mansedumbre con que una mayoría de lesbianas y gays parece haberse acostumbrado a acudir desde sus dominios a la reluciente estación rosa para intentar coger un tren que sólo promete como destino una orgía de gastos. Y que siembra a su paso humillación, uniformidad, displicencia y soberbia.
Sus palabras son contundentemente cierta, reales por desgracia, desde el titulo ("Las Mentiras del Eden Gay") hasta la última palabrita en cuestión. Pero, tristemente, llega uno a decepcionarse con visualizar el contexto, y el contexto es una web llamada Zenkiu.net, que con un diseño limpio y atractivo te invita a comprar interiores via internet y te invade la pantalla con tantas propagandas como quepan, eso si, todo lo que vende son productos pensados no para ti ni para mi, son productos pensados para "el gay", ese hombre bien afeitado, fuerte y arregladisimo del que hablabamos antes. Ese resplandor del dinero del que hablaba Ricardo Llamas, ese haz de luz segadora, que se trago al arco iris con todos sus colores y todo su significado, y vomito al estereotipo, tan perfecto como inalcanzable.
O será que desde alguna parte hay que comenzar a sacudir lo que esta mal (aunque sea con palabras), mientras se asoma un rostro masculino inmaculado y perfecto en la esquina superior derecha de Zenkiu.net, que cuando poso mi cursor sobre él me deja ver su cuerpo semidesnudo también inmaculado y perfectamente formado, todo para ofrecerme las maravillas de los productos Biotherm Homme... todo eso mientras leo acerca de la subversividad y de como la publicidad ha matado la diversidad entre nosotros, todo junto, en el mismo combo... ¿será una conspiración para acabar con el sistema desde adentro, o será que simplemente, "desde alguna parte hay que hablar"?
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