11 jun 2008

prospecto de vida

Ya he hablado antes de que no me agrada mucho planear mi futuro. El problema, para mí, de los planes es que cuando me concentro mucho en uno, no pasa de ser más que eso. Creo que se debe a un malentendido y a la falta de comunicación eficaz entre mi consciente y mi inconsciente. Pero, en fin... Últimamente he pensado en lo que hare con mi vida (varios post de hace algunas semanas dan fe de ello) y no lo he podido evitar: tengo un plan...

Primero. Más que por amor, por obligación: comenzar (y terminar) la tesis, y graduarme. Hace dos semestres mi actitud ante la tesis era totalmente diferente, pero después de vacaciones obligadas (“paros” en la universidad), algunas desilusiones con profesores (por ejemplo, quien pensé que podría asesorarme me dejó embarcado como diez veces, así que asumí o que no quería asesorarme o que era demasiado irresponsable para hacerlo), algunas alteraciones en mis prioridades y muchas ganas de salir de esa universidad (y de mi casa y de la ciudad) y hacer algo diferente con mi vida, han hecho que las cosas cambien: la tesis ya no la veo como algo que quiero hacer, sino como algo que tengo que hacer si quiero graduarme; y es que después de más de cinco años metido en esa universidad, graduarme no es una “alternativa”.

Segundo. En este tiempo que me queda de estudiante y mantenido trabajaré en lo que pueda y ahorraré tanto como pueda para ir comprando divisas (ya he empezado). Una vez graduado, espero tener una cantidad suficientemente razonable como para irme de viaje. Pero no me quiero ir en un tour por Europa, ni quiero irme a quedar en hoteles bonitos y visitar edificios grandotes, museos ostentosos y discotecas estrafalarias (aunque podría estar incluido, pero de forma accesoria). Quiero irme con una mochilita en la espalda a conocer tierras inhóspitas (bueno, tampoco diría “inhóspitas”, pero algo por el estilo). De hoteles bonitos y edificaciones modernas podré tener después, pero por ahora quiero algo que incluya un poquito de aventura, puede que algunos mosquitos, una posadita humilde, y uno que otro paisaje natural que me deje sin habla a mí y a mi cámara. Siempre he querido ir, por ejemplo, al sur sur de América Latina (pasando por Chile, Uruguay, hasta la Patagonia, si se puede), pero todo depende de cuánto logre ahorrar de aquí a allá. Si no puedo salir del país, por lo menos, me iré a la Gran Sabana.

Tercero. Obviamente, al final, siempre habrá que volver. Pero una vez de vuelta, pienso vender mi carrito (en realidad, no es mío mío, pero ya que todos los demás tienen los suyos suyos, no creo que a mis padres les moleste que lo venda y me quede con el dinero) y con eso junto con lo que me pueda quedar (si es que algo me queda) de mi viaje mágico, me voy de aquí. Me gustaría irme fuera del país, pero como es mucho más difícil podría posponerlo y quedarme, pero en otra ciudad (Caracas o Margarita, quizá). Ya sé que, en general, no es fácil irse (y menos a otro país) así como así, pero: 1. Uno tiene derecho a soñar ¿no? y 2. Por mucho que no sea mi idea favorita, graduarme no me va a convertir inmediatamente en una persona independiente económicamente, así que quizá mis padrecitos se conduelan de mí y mis ideítas y me ayuden a escapar de aquí.

Variables posibles: En el punto primero no caben variables. Como dije, graduarme no es una opción después de haber pasado más de cinco años metido en esa universidad y esforzándome bastante por aprender (a veces más de lo que algunos profesores tenían que ofrecer). En cuanto al segundo punto, la variable está ya planteada: el destino del viaje es desconocido. También cabría la posibilidad (dependiendo del destino, sobretodo) de irme en mi carrito. E ir sólo o acompañado (creo que no me importaría demasiado ir solo, dada la naturaleza del viaje). En cuanto al punto tres, surgen más variables, y mucho más problemáticas: por ejemplo, si al volver de mi viajecito mágico consiguiera un trabajo aquí en Cumaná. Supongo que lo aceptaría porque no creo que disponga de mucho dinero para entonces, así que de esa forma podría permanecer un año más en Cumaná, siendo semi-mantenido, y ahorrar un poco más e irme con un mejor sustento asegurado. También está la variable novio: qué pasa si estoy con G aún (algo muy probable) o si tengo otro novio, no creo que él esté así tan dispuesto a dejarlo todo e irse (eso especialmente sí es para otro país).


Ok, creo que mi inconsciente comienza a confundirse. Quizá si todo esto llega a suceder, más que la realización de un plan(-sueño), será una suerte de gran déjà vu.

8 jun 2008

dibujito de sabado por la noche

fin de semana con mi novio...

retrato de G (novio)... by me

3 jun 2008

no tener a mi L me pone triste

P O D R Í A estar deprimido porque el calor de Cumaná me tiene hastiado y casi ya no lo puedo soportar. Porque a mi carro (o el que, por lo menos, manejo, me lleva y me trae) se le daño el aire acondicionado y desde entonces he descubierto lo mucho que puedo sudar sin hacer ningún esfuerzo físico. Porque a pesar de que llueve, el calor nunca se va. Porque el calor me aturde y no me deja pensar en otra cosa. Pero no, eso no es lo que me tiene mal; lo que realmente me tiene mal es que mi querida laptopcita está como enfermita y no me quiere funcionar, siempre dándome un error extraño que yo no sé qué quiere decir, ni cómo solucionar. Eso es lo que de verdad verdad me pone muy triste.

2 jun 2008

M de mátame


Ok, los venezolanos parece que deliran por las colas, que a veces ni siquiera sentido tienen, y por una misteriosa razón, en Venezuela las operaciones en bancos o cualquier oficina parecida, tanto pública como privada, es toda una travesía, horriblemente complicada, tardada y estresante.

Hoy me tocó ir a Movistar a hacer una estúpida operación de cambio de "línea" de un teléfono celular a otro (de mi teléfono viejito a un teléfono más nuevo que abandonó mi hermana –si, soy un miserable, no gasto mi dinero en celulares). Pues bien, en el maravilloso mundo de la M siempre hay un aproximado de mil personas entre las que hacen la cola, las que esperan, las que caminan y ven, en fin, es una experiencia horrible tener que ir a ese lugar. El sistema es el siguiente: para hacer cualquier cosa tienes que 1) hacer una cola para que una primera mujer te dé un tickesito con un número, y 2) esperar que una segunda mujer te llame por el número y que, supuestamente, termine de “resolver” tu problema. Así que llego y hago la cola que, milagrosamente, no estaba tan larga. La primera mujer me despacha el número 005 y al rato (casi no tuve que esperar) paso a hablar con una segunda mujer que me dice que no se puede hacer esta operación sin una autorización de la propietaria del equipo en el meteré la línea. (Una primera carita feliz –como las del MSN- se estampa en mi rostro.) Como ya he pasado por casos similares, antes de irme prefiero hablar con la primera mujer de nuevo a ver si me da un formato o una planilla para la mencionada autorización para evitar errores. Como gente decente, hago mi cola nuevamente pero cuando llego para hablar con la susodicha, la encuentro hablando por teléfono. Un minuto, dos minutos. Maldita sea. Finalmente, y sin mucho que decir me da una planilla/formato que debía llenar con algunos datos y la firma del propietario.

A todas estas, nadie me dijo que anexa a la autorización tenía que ir una fotocopia de la cedula de la persona que autoriza. De eso me enteré por unas letricas mínimas impresas también en la hoja; pero, inexplicablemente, algo tan importante (así decía: IMPORTANTE) nadie se lo dice a uno y se encuentra apenas en la parte inferior de la hojita en letra tamaño 8.

Son las 3 de la tarde, la mágica oficina cierra a las 4: me tengo que apurar. Busco a mi hermana (la propietaria del celular), lleno la planilla, ella la firma, me da una fotocopia de su cedula: todo listo. Vuelvo al lugar de lo posible con sus M's verdes por doquier. La cola para retirar el bendito numerito ahora es horriblemente larga. Hago la cola. Cuando me toca mi turno, la señorita número 1 revisa la autorización y la fotocopia, grapa los dos papeles juntos, y procede a preguntarme, nuevamente, qué es lo que quiero hacer. Le explico. Me dice que eso no se puede hacer aún con la autorización. Un poco molesto ya, le pregunto que para qué entonces me hicieron ir apurado a llenar la cosa, a buscar la firma, la fotocopia, etc. La idiota parece entender mi molestia y me dice que igual no se puede pero que si deseo puedo pasar a hablar con la segunda mujer que me atendió anteriormente, para que me aclare cualquier duda y me explique bien. Así lo hago. La segunda mujer es una verdadera imbecil de esas que atiende con condescendencia pero de mala gana, que busca las mil trabas para que no puedas hacer lo que quieres. Finalmente, me dice, con cierta molestia que los frenillos le produce al hablar, que la primera mujer estaba equivocada, que lo que yo quería hacer efectivamente sí era posible hacerlo y sólo era necesaria la autorización que yo, de hecho, tenía en mis manitos... pero, me dijo después, la fotocopia de la cedula estaba “muy oscura”, así que, pues, igual no. Al final, me vine a mi casa sin poder hacer absolutamente nada, con la bendita línea en el celular feo y viejo, maldiciendo a la cutre burocracia y deseando que todas las M’s del mundo exploten al mismo tiempo.