23 ago 2008

enemigos de palabra (o lo que realmente decimos cuando decimos lo que decimos)

Cierta señora, reciamente opositora del gobierno de Chávez y fan incondicional de Globovisión, suele pronunciar palabras del tipo «marico de mierda», «parguete», etc. cada vez que su presidente (o, también, alguno de sus ministros) aparece en televisión, intercalando la retahíla de adjetivos con otros, más suaves a su parecer, del tipo «maldito», «pendejo», etc. Para ella todos esos «atributos» caben en el mismo saco: todos son insultos que sirven, evidentemente, para insultar al ser que odia por ser culpable, según ella, de todo lo malo que pasa, ha pasado y pase en nuestro país.

I. La connotación homofóbica es clara: las palabras que se utilizan para ofender son las mismas palabras con la que se denota (si bien de forma peyorativa) una condición sexual y social especifica: la homosexualidad de un hombre. Se transfiere esta característica que se considera (a veces inconscientemente y de forma condicionada por el contexto) deplorable, fea, despreciable e indeseable al varón que se quiere humillar y degradar. En última instancia, esta señora probablemente tenga un poquito de consciencia al menos de lo que está diciendo y de lo que hay detrás de lo que está diciendo, ya que la homofobia no es algo que en nuestra sociedad sea motivo de vergüenza o autoengaños.


II. Sin embargo, hay algo más importante que seguro no sabe esta señora, algo mucho más profundo. Y es que, al decirle a un hombre, para insultarlo, «marico», no sólo está diciendo que ser homosexual es malo y que por eso es un insulto ser homosexual. La degradación de la condición homosexual masculina se constituye sobre la base patriarcal de la dicotomía entre los géneros: femenino y masculino, en donde la masculinidad ocupa una posición de superioridad ante lo femenino. En tal sentido, esta degradación del ser homosexual se funda pues, en la «asimilación» (como dice Connel) del varón desviado con la feminidad (ojo: tal asociación de la homosexualidad con lo femenino no implica que todo homosexual sea afeminado, al contrario, está asociación es una representación social arbitraria de la homosexualidad como feminización del hombre). Resumiendo, la homosexualidad es un insulto porque ser homosexual es algo despreciable. Ser homosexual es algo despreciable en tanto se acerca al ser mujer. Conclusión, ser mujer es despreciable, por eso los hombres, como seres superiores, deben construir su identidad en oposición férrea con la identidad de ellas.

III. Finalmente, esta señora se convierte en victima en dos sentidos: primero, es víctima de un orden que la subordina y menosprecia; y segundo, es víctima de su desconocimiento e ignorancia, lo mismo que la hace, además, participe activa de su propia sumisión ante el marido, el papá e, incluso, el hijo.

PD.: Así como hay gente (delgada y esbelta) que confiesa que el ver pasar junto a ellos a alguien gordo le da una ligera (¿o suprema?) sensación de superioridad, yo debo confesar (no puedo evitarlo) que saber eso que la señora ignora me da ciertos aires de grandeza. {imagenes de misspaq}


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué la mujer es víctima de su desconocimiento e ignorancia?
En fin, qué cosas...
Por cierto, que bien escribes. Ya me gustaría a mí escribir así, seguro que me iría la mar de bien en el instituto *suspira*

Julce dijo...

escribes muy bien =) me encanta tu blog!