14 dic 2007

¿de la democracia virtual a la democracia real?

Web 2.0 es una actitud más que una plataforma tecnológica, según nos dicen. Es la siguiente estación (la 2.0) de la Internet donde, a través de tecnologías diversas y novedosas que permiten hacer cosas que antes eran casi imposibles, ahora el usuario, el que se conecta, el que accede, tiene la oportunidad de interactuar activamente, haciéndose una realidad desde lo virtual la participación tan anhelada por la democracia política, real y tangible. Es pues, la democratización de la Internet; que ahora revierte la formula y nos da la oportunidad de cambiar, o mejor dicho, de comenzar a crear desde la virtualidad el sistema social y político que tanto hemos anhelado.

La Internet, con esta nueva “actitud”, podría servir mucho mejor que otras “instancias” tradicionales para instituir el sistema que deseamos. Los viejos modelos de educación, por ejemplo, ya no nos sirven de mucho. La educación formal, después de la familia, es la instancia piscosocial donde el sistema reproduce una determinada forma de ser de los individuos, lo que Fromm ha llamado el “carácter social”, que bien sirvan para los intereses del propio sistema. Una educación pasiva es pues la preparación y el condicionamiento de los individuos para la pasividad social y política, no en el sentido de inactividad, sino en el sentido de indiferencia ante el devenir histórico del que somos parte todos. La Internet podría ser un instrumento fundamental en la construcción de un nuevo paradigma (si es que no podemos prescindir de ellos) dentro y fuera de las aulas, en la reforma del pensamiento que postula Morín y que tan necesaria se nos vislumbra, y que Rigoberto Lanz machaca tanto en el contexto nacional. A juicio de este último sociólogo, por cierto, es necesario desmontar la ciencia y la forma en que se esta produciendo el conocimiento, pues desde la Internet puede comenzar a propiciarse el cambio.

Los medios de comunicación tradicionales, aquellos en los que la pasividad del usuario es un requerimiento indispensable, y donde el usuario deja de ser tal para convertirse en mero consumidor (de información, de entretenimiento, de cultura empaquetada), no calzan dentro de un modelo donde la participación sea la esencia misma de la democracia. La participación, y más aún la democracia, deben convertirse en un principio de vida y en valor moral, y más allá de eso, en un hecho práctico y concreto, diario y cotidiano que no se reduzca a elegir a quien nos va a dirigir, a quien nos vamos a subordinar. La consigna zapatista “mandar obedeciendo” debería ser la consigna de toda democracia realmente participativa. Que nuestros presidentes nos dirijan, si, pero escuchando siempre, primero, lo que el pueblo tenga que decirle.

Pero bueno, la cosa no es hacer política desde la Internet*, la cosa es que la Internet sirva para un cambio radical en nuestras vidas políticas y sociales. Que instrumentos como la Internet sirvan para fomentar un cambio radical en la cultural nuestra, para reformarnos el pensamiento, para dejar a un lado la concepción simplista y pasiva, y convertirnos en ciudadanos productivos (en el sentido frommiano), entender que somos actores activos en todos los procesos, que nuestra voz, la voz de todos, tiene que ser escuchada.


* Es decir, la propuesta no es que nos montemos todos a hacer paginas webs políticas, críticas y que versen sobre la necesidad del cambio social. Eso ayuda, pero a un nivel superficial, pues sólo convencen a los que ya están de por si convencidos. La propuesta es en cambio que la actitud de libre pensamiento y participación activa que impera en la Internet se traslade a la realidad real.

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