12 ene 2008

La costumbre de ser dios

Aunque nadie me fuera a leer, no podía dejar de escribir de esto. Hoy, Chávez en la Asamblea Nacional haciéndose propuestas a él mismo: ante la ¿insatisfacción con su propia gestión? nuestro Presidente ha propuesto un referendo revocatorio para su propio cargo pero, ojo, que no vendrá sólo. Junto a la pregunta “¿No quiere que Chávez siga siendo Presidente?” (o algo así, da lo mismo) con sus respectivas opciones, habría adjunta a continuación una segunda pregunta muchísimo más interesante y desconcertante: “¿Aprueba usted una pequeñísima enmienda a la Constitución Bolivariana de Venezuela para que la reelección sea ahora indefinida?”, y sus respectivas opciones. Creo que Chávez no se acuerdo que esa pregunta ya esta resuelta, y se ha empeñado en esto que ahora parece un soliloquio: un preguntarse y responderse el mismo.

Personalmente, esta propuesta me parece descaradamente irrespetuosa, y desesperada. El nada más plantearla me parece chocante, y no por el hecho del planteamiento en sí, sino por todo el contexto y lo que implica el mismo. La mayoría de los venezolanos que votaron el pasado 2 de diciembre votaron por una de las dos opciones a esta pregunta (en parte) ya formulada: No, fue la respuesta a la propuesta de Reforma Constitucional, un No así de frío y seco, rotundo y claro. Nada más. Seguir con lo mismo me parece, por una parte, irrespetuoso para con los ciudadanos todos que votamos por cualquiera de las dos opciones en la pasadas elecciones, que aceptamos participar del juego democrático y que aceptamos además plenamente las reglas de ese juego; y por otra parte, me parece una medida desesperada ante la pasada derrota de diciembre que apunta un indicio más de las pretensiones del actual Presidente y su sequito: la perpetuación en el poder de este régimen, totalmente legal y legitimo hasta la fecha, pero que tiene que acogerse a las reglas democráticas que están ya impuestas, incluyendo el principio de la alternabilidad (con o sin la coletilla de burguesa o liberal que le quieran poner), y que los ciudadanos hemos refrendado una y otra vez.

Con todo esto no puedo dejar de pensar en lo fácil que es acostumbrarse a lo bueno, a lo cómodo, a estar arriba, endiosado. Alcanzar lo que desde pequeños nos han atornillado en el cerebro que es el éxito: tener mucho y estar por encima de los demás; debe dar una inmensa satisfacción y un gran orgullo. Probablemente otro hubiera sido el escenario si Chávez, aquel Chávez de 1998, hubiera perdido las elecciones la primera vez que se postulo a candidato Presidencial. Quizá hubiera habido mucho alboroto, mucha cosa, hasta disturbios, pero al final la opción más probable que hubiera tomado aquel Chávez hubiera sido lanzarse de nuevo como candidato Presidencial a las próximas elecciones, pienso yo. Pero eran otros tiempos, tiempos donde si bien se venía de una victoria moral, con la frente en alto y aquella frase celebre en su haber, también se venía de una derrota político-militar, se venía de la cárcel, se venía subiendo pero aún no se estaba arriba. Pero ahora, la costumbre es un problema. Acostumbrado a ganar una y otra vez, una vez tras de otra, la única opción para el Chávez de hoy parece ser ganar.

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