Uno suele leer o saber mucho de aquel adolescente subversivo que dejó de serlo al crecer. Del pequeño hombrecito revolucionario que creció y se aburgueso. Suele pasar, casi como ley natural el crecimiento parece implicar el paso de los sueños revolucionarios a las proclamas reaccionarias, comedidas, inocuas, la pasividad y la indiferencia ante todo. Nadie dice que el niño subversivo en realidad lo sea, con sus ideas de cambio que a veces no implican cambio alguno, pero por lo menos está la disposición, peor es cuando aquello da paso a la aceptación y el estancamiento, a la indiferencia asesina.
Por eso yo prefiero ser gay. Por muy domesticado que sea el gay, en la cama siempre hay algo de subversivo, algo que es de sí transgresor y contracorriente, por muy hetersixualizado que el gay pueda llegar a ser, el sexo (que no es “sólo sexo”) suele determinar en algo su forma de ver las cosas, porque fuimos criados en una sociedad heterosexista que condenaba lo que después seríamos y lo que después haríamos con nuestras vidas. Porque en el proceso, casi inevitablemente nos vemos obligados a darnos cuenta que tantas cosas son mentiras, tristes manipulaciones protectoras de un status quo, que no nos llevan a ninguna parte; nos damos cuenta que somos victimas de mentes retrogradas y deshumanizadas, que los enfermos no son siempre los que están en los hospitales, que los locos no siempre son los que están dentro del manicomio, que los criminales no siempre son los que terminan presos.
Lastima que la fantasía de la “revolución gay” se cae a pedazos cuando la comunidad pierde todo lo que tiene de revolucionaria. Cuando el gay deja de serlo para convertirse en un metrosexual (¿?) más, con la variación de que su sexualidad no la ejerce con una barbie sino con otro ken. La meta se hace distante, y lo subversivo que debería pasar del sexo a la vida toda, se vuelve una parte mínima que no determina nada, que no significa nada más que sexo y sólo sexo. Desgraciadamente, tantas veces los excluidos han buscado la forma de acomodarse en el mundo que los excluye sin provocar cambio alguno, neutralizando en ellos todo lo que de revolucionario podían tener. Paso antes con otros, pasa ahora, esperemos que no pase siempre. Al final, si bien de cada quien depende la resistencia que ejerza, siendo gay se tiene un arma oculta contra-sistema, algo que siempre está ahí, debajo de la manga, debajo de las sabanas; de hacerlo público y político depende que sigamos ocultos también, con nuestros secretos, debajo de unas sabanas o dentro de un armario, silenciados como si no existiéramos y condenados como unos enfermos y pecadores.
1 comentario:
Yo también lo prefiero... jajajaja ;)
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