13 feb 2008

El maravilloso mundo de la homofobia, en tres actos

Continuando con una investigación que estoy haciendo para la universidad me conseguí esta conferencia de Javier Sáez sobre “Los gays y las lesbianas en los medios de comunicación”… la conclusión a la que llega el autor es clara, y certeramente evidente en la vida de cualquier mortal que, por ejemplo, tenga acceso a la televisión: los medios, más allá de toda supuesta objetividad que no tienen y nunca han tenido, transmiten y perpetúan una imagen de gays estereotipada, estigmatizada, que se encarga bien de distinguir a estos individuos de todo patrón “normal” de masculinidad, a la par que excluye de las pantallas (bueno, no en todos los casos, como veremos) toda imagen de lesbiana, es decir, las lesbianas simplemente no existen (porque, como sabemos, si no aparecen en la televisión, es porque no existen). De esta forma, se consolida un orden heterosexista y homofóbico que le va bien a la gran mayoría retrógrada y conservadora, y a sus seguidores neutralizados- idiotizados.

Pues bien, termino de leer el artículo y salgo de mi burbuja a convivir con la gente con la que comparto mi lugar de residencia, es decir, la familia. Sacramentalmente los encuentro reunidos (la hermana y la madre, porque el padre está de viaje) alrededor de la televisión: la novela de las nueve en las pantalla: un excelente drama aderezado con un toque de humor, que, maravillosamente, no pudo servir mejor de ejemplo para lo que el señor Sáez me acaba de decir:

Acto I. La homosexualidad no solo es una enfermedad, es además contagiosa.

La hija de una pareja divorciada, problemática y por demás disfuncional, resulta ser lesbiana. Eso me explica mi madre que es la que ve la novela. Pero, me dice, lo que pasa es que su amiga era lesbiana y gustaba de ella, así que tanto dio hasta que la convenció; bueno, ni siquiera la convenció [eso de seducir es para los heterosexuales, supongo, los homosexuales usan la fuerza, ni persuasión ni seducción], más bien la invito a una fiesta, prometiéndole que la iban a pasar muy bien, tal y que se yo, y ya en la fiesta la embriago [no recuerdo si le puso algo en la bebida, pero es probable: es algo que haría un pervertido homosexual en cualquier novela de las nueve; a menos de que sea el tipo ideal gay peluquero amigo de la protagonista]. Borrachita la niña, la metió en un baño y la violó. Resultado, a la niña ultrajada [aunque ni tanto, aparentemente] le gustó; así que ahora son novias. [Que horror, como de matar a esa maldita lesbiana, contagiando a la gente por ahí ¿no?]

Acto II. “No hay nada peor en el cosmos que tu hija sea lesbiana”.

Pues bien, la niña (que siempre ha sido problemático, según me cuenta mi madre) va directico a contarle a su madre, quien no la atiende porque esta ocupada con cualquier cosa en el trabajo. Se dirige a la casa del padre: “Papi, te tengo que decir algo… soy lesbiana”. Y la reacción del padre, por demás formidable, fue, primero, una risa de incredulidad, luego, el sufrimiento y el pesar del padre, el buen macho. La hija se va. Más tarde llega la noviecita del padre quien lo encuentra consternado. El hombre le pide un güisqui a su doncella recién llegada (el mismo que durante su tiempo de sufrimiento en solitario no sabemos por qué, pero no se sirvió con sus propias manitos) y le comenta su desgracia. Su cara vale más que mil palabras; pero para mejorar la escena, para que la homofobia no se quede nada más en símbolos descifrables en su rostro, llega la línea cumbre: “Tu no entiendes [a su novia], tu no tienes hijos… Tener una hija lesbiana es lo peor que a uno le puede pasar en el mundo”. Pues si, lo peorcito. Pero no, no conforme con eso, luego agrega, aclara, enfatiza: “Yo me hubiera esperado que saliera embarazada de cualquiera… cualquier cosa menos esto”… Pobre hombre ¿no? Pero su novia que parece ser un personaje más open mind, lo consuela y le explica: “Por Dios… ser lesbiana no es lo peor de este mundo… hay cosas mucho peores que eso… Por ejemplo, la bulimia que tenía antes… con esa enfermedad si se podía haber muerto”… Ciertamente, vale decir con la noviecita del tipo, la homosexualidad es una de las peores cosas, pero peores cosas que eso hay; es decir, es malo pero no tanto, es una enfermedad pero no mata.

Acto III. El lesbianismo no existe, ¡Alabado sea el Señor!

Finalmente, la niña problemática-lesbiana, una vez lejos de su padre se reúne con su noviecita (aquella que prácticamente la violo). Así pues, su amante la invita a un fin de semana para divertirse (nótese que hablan de un fin de semana, de una “escapada”, divertida, aunque no quiero pecar de paranoico, no hablan de un fin de semana romántico, porque probablemente ese sea, entre tantos, un exclusivo derecho de aquellos individuos “normales”). La niña dice que no. La noviecita se da cuenta por su actitud (ir corriendo a decirle a sus padres de su lesbianismo, negarse a estar con ella ese fin de semana, quejarse de que su padre no mostrara el interés que ella esperaba) que su más reciente amante en realidad no es lesbiana, en realidad aquella noche de sexo en medio de la embriaguez no le había gustado tanto como había dicho: en realidad era una niña problema queriendo llamar la atención. Eso y nada más. Asimismo, luego que vemos como la lesbiana violadora descubre que no es correspondida en su amor, vuelven a las pantallas el padre de la ahora no lesbiana y su noviecita. La mujer finalmente le abre los ojos al padre hundido en su sufrimiento: “Yo estoy tranquila porque yo no me creo eso… puedes estar tranquilo, no es lesbiana… cuando yo era niña y mis padres eran como ustedes, una porquería, también trate de hacer de todo por llamar la atención… pero te confieso que tu hija me gano… eso del lesbianismo… como las nuevas generaciones lo superan a uno ¿no?”. Pues si, así queda resuelto el problema (no de esta novela, de la humanidad): la homosexualidad no existe señores, nos la inventamos para llamar la atención. ¡Alabado sea el Señor!


[Nota: No se me pida que me acuerde textualmente de los diálogos y algunos otros detalles por el estilo; obviamente, los tuve que reconstruir en mi mente. La novela se llama, por cierto, Sinvergüenzas]

1 comentario:

Néstor Luis González dijo...

Un tema subjetivo.
Saludos.
Buenas letras.