Siempre llega ese necesario momento en el que hay que sincerarse con uno mismo y con los demás. Saber y hacerse consciente de ello, que no estas seguro de qué está pasando con tu vida, que no sabes que va a pasar ni que ha pasado, que todo es extraño y que no sabes a donde vamos, donde vamos a terminar. Ahorita que estas a punto de graduarte, cosa que se veía tan lejos, sientes el miedo de perder lo que te daba seguridad, y pareciera que te aferras a la dependencia que tanto has odiado siempre. A depender de tus padres, porque ahora tienes que salir a trabajar, a mantenerte a ti mismo, a sostenerte sobre tus propios piesecitos y a comer lo que te alcance comprar con el mísero sueldo que probablemente comiences ganando en cualquier trabajo que se te aparezca, si es que se te aparece alguno. Dejar de depender de la rutina que te costo años de esfuerzo forjar, una rutina de responsabilidad estudiantil que no es fácil pero tampoco muy difícil, que resulta cómoda cuando tienes un techo que asumes como propio pero que no pagas ni has pagado nunca, cuando no sabes cuanto es la cuenta de la electricidad ni ninguna de esas cosas que te aburren y te abruman. A veces sientes que te estas volviendo loco, pero no es eso, es que todo se está yendo y viniendo, la estabilidad a la que te habías acostumbrado se va, la tranquilidad mental que habías logrado alcanzar se hace débil y la satisfacción de haber creído que te estabas convirtiendo en lo que siempre habías querido amenaza con desaparecer. Son los traumas de crecer y seguir creciendo, sin parar, porque todo se puede detener, todo se puede ir a la mierda, pero el tiempo nunca para, nunca se detiene, hasta el final te tortura con su carrera continua y amenazante. El problema es que yo creí que crecer era otra cosa, que crecer era convertirme en lo que quería ser, yo pensaba que cuando creciera los miedos se desaparecían y que las cosas le importaban menos a uno, que por arte de magia uno se hacía fuerte y casi invulnerable. A veces me equivoque, a veces no, pero la mayoría de las veces, resulta que era todo lo contrario. El problema de crecer es que siempre hay que dejar cosas atrás, es que aunque estés acompañado (muy acompañado o hasta muy bien acompañado) es siempre enfrentarse cada vez más solo al mundo y a todo. Es luchar en solitario, es un juego que nunca se juega en equipo, y que no se pierde ni se gana, que carece de sentido. Por eso a veces azotan las terribles ganas de llorar, porque algunas cosas que creí que había conseguido y que nunca había tenido, se alejan y amenazan con desaparecer. Porque sin razón a veces pienso que el sentido que a mi vida le daba, cada vez se hace más difuso. Que mi vida, esta vida, ha sido como una montaña rusa en los últimos años, que me toco subir hasta arriba y ser feliz como nunca lo había sido, y que ahora llego el momento de bajar, porque no hay salida más allá: se sube pero siempre hay que bajar, y por eso las ganas de llorar, por eso el vértigo: la caída siempre resulta desagradable, a mi que nunca me gustaron las montañas rusas, a mi que siempre me dieron miedo esas cosas. Pero si, igual me montaba, porque había que hacerlo, para demostrarme que podía, y aguantaba en mi asiento, en silencio, muriéndome por dentro, sin gritar porque yo nunca grito, porque esa parte de ser humano no se donde estará metida en mi. Al final, la sensación desagradable desaparece(rá), todo se vuelve a estabilizar al tocar el suelo, se queda(rá) quieto y queda(rá) la satisfacción de haber enfrentado el miedo, de haberle visto la cara de frente a la patética masa de metal reñinante con sus carriles y sus carritos, y su seguridad hipócrita para que no te salgas cuando la cosa te deja de cabeza. Haberle escupido la cara a la vida, a tu vida, que no es tuya, que es el mundo y que es todo lo que esta en él, todo lo que te intimida, todo lo que te hace retroceder, pero (seamos justos) también todo lo que es y se parece a la felicidad.
Sólo queda aprender a gritar en el descenso, a derrotar el miedo, a saber enfrentarlo con las armas que tengo… y si es necesario, buscarme unas nuevas…
1 comentario:
Wao... Ese sentimiento es el que yo describo con un simil como: "Es cuando estas sobre una alfombra y la halan, te quedas unos microsegundos en el aire antes de la estrepitosa caida"... Me parecio genial lo la montaña rusa, creo que es el mejor ejemplo que describe ese sentimiento... Por cierto yo puedo decir que nunca pase por eso que mencionas al final de la carrara pues yo empeze a hacer trabajos por mi cuenta antes de terminar la uni (trabajos relacionados con mi carrera obviamente), cuando estaba en 10mo semestre consegui trabajo como asistente y a los tres meses me ascendieron por lo que cuando me gradue no me preocupaba lo del misero sueldo y era completamente independiente de mi papá... Suerte de vivir en un pueblo pequeño con alta demanda de profesionales... Saludos, genial post!
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