Es un poco demente el grado de exposición que hemos alcanzado a través de páginas como Facebook. Exposición de lo privado que ya, aparentemente, no lo es. Obviamente, es una moneda con sus dos lados: de un lado esta el morbo del que observa, y del otro lado está el exhibicionismo del que se muestra, ese (uno) que pone su vida como en una vitrina. Es fácil, hoy mas que nunca, llegar a conocer a alguien, aunque, claro, siempre está el factor teatral: al fin y al cabo, eso que llegamos a conocer es lo que la persona quiere que conozcamos de ella, lo cual no necesariamente se corresponde con lo que ella es (y de ahí podríamos pasar a discutir si SOMOS realmente algo, y así pasaríamos toda la vida encadenando temas hasta llegar a viejos y morir.)
Ajá. Esta por un lado la satisfacción de ser visto y por el otro la satisfacción de, simplemente, ver; pero más allá de eso está esa vinculación que uno (espectador y actor) crea con el otro (también espectador y actor). Digamos que Internet ha permitido que las redes sociales se expandan tanto que ya no es necesario conocer (en el más amplio sentido de la palabra) a una persona para compartir con ella su vida. Si si, a lo mejor es que yo soy un chismoso, psicópata, sin oficio, acosador silente o curioso patológico, pero digame usted, si no es para que la gente enferma como yo se entere, para que entonces esa otra gente hace pública su vida a través de sus status-fotos-comentarios-notas en Facebook. Además mi curiosidad no es mal intencionada, que si Boquitas Pintadas esta “narrada” a través de notas de prensa, cartas, extractos de diarios y cosas por el estilo (todo ficticio, claro), alguien podría escribir una novela uniendo status, comentarios, fotos, notas, test realizados, información general, publicaciones en el muro, estados sentimentales, etc. Y ese alguien, quién quita, podría ser yo. Que si el Facebook le sirve de algo al FBI ¿por qué no puede servirle también al arte literario?
{ ¿es ese Mr. Facebook o es el Big Brother? }
Ajá. Esta por un lado la satisfacción de ser visto y por el otro la satisfacción de, simplemente, ver; pero más allá de eso está esa vinculación que uno (espectador y actor) crea con el otro (también espectador y actor). Digamos que Internet ha permitido que las redes sociales se expandan tanto que ya no es necesario conocer (en el más amplio sentido de la palabra) a una persona para compartir con ella su vida. Si si, a lo mejor es que yo soy un chismoso, psicópata, sin oficio, acosador silente o curioso patológico, pero digame usted, si no es para que la gente enferma como yo se entere, para que entonces esa otra gente hace pública su vida a través de sus status-fotos-comentarios-notas en Facebook. Además mi curiosidad no es mal intencionada, que si Boquitas Pintadas esta “narrada” a través de notas de prensa, cartas, extractos de diarios y cosas por el estilo (todo ficticio, claro), alguien podría escribir una novela uniendo status, comentarios, fotos, notas, test realizados, información general, publicaciones en el muro, estados sentimentales, etc. Y ese alguien, quién quita, podría ser yo. Que si el Facebook le sirve de algo al FBI ¿por qué no puede servirle también al arte literario?
{ ¿es ese Mr. Facebook o es el Big Brother? }